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El Bogotazo

9 de Abril 1948

El Bogotazo

Detrás de la historia reciente de Colombia hay una descarga de tres disparos. Se produjo el 9 de abril de 1948, minutos después de la una de la tarde. Jorge Eliécer Gaitán, líder carismático del Partido Liberal, salió de su despacho en la carrera Séptima, una de las principales arterias de Bogotá, a la altura de la calle 14. El cielo gris de la temporada de lluvias acogía durante esos días en la capital del país la IX Conferencia Panamericana y un congreso de estudiantes impulsado por un joven cubano aún desconocido llamado Fidel Castro. Gaitán hubiera tenido que conocerle esa misma tarde.

Tras caminar unos metros, un sicario disparó al político. Le identificaron como Juan Roa Sierra. El caudillo liberal, que hacía 15 años había fundado la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, fue trasladado a una clínica cercana. En los boletines de las dos de la tarde las radios ya informaban del magnicidio. La noticia desencadenó una revuelta conocida como el Bogotazo en la que murieron cientos de personas, quizá miles, y que partió en dos el destino de Colombia.

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido al mediodía del 9 de abril de 1948, es sin duda el magnicidio que transtornó de manera más dramática el curso de la historia colombiana. Fue una muerte que se multiplicó en trescientas mil muertes y causó el desplazamiento forzoso de más de dos millones de personas, una quinta parte de la población, que por ese entonces se calculaba en once millones de habitantes; además produjo la destrucción de buena parte de la capital.

Tan arrasadora fue la reacción, tan acendrado fue el odio que se apoderó del país, que se conoce en los libros de historia con el nombre absoluto de La Violencia.

 

 

El investigador y periodista Mario Jursich señala que ese dato da cuenta de lo intensas y sangrientas que fueron las horas que duró la revuelta en la capital colombiana en la que "disparaban a todo lo que se movía".

En ese lapso, de acuerdo a las diferentes estimaciones, en la capital colombiana llegan a morir entre 500 y 2.500 personas, aunque la muerte y la destrucción se extendieron a muchas otras zonas de Colombia.

Meses antes de morir, Gaitán vivía entre concentraciones multitudinarias y discursos enardecidos en busca de lograr la presidencia de Colombia como representante del Partido Liberal, el histórico contendor del Partido Conservador.

 

"Bogotá era una ciudad y una sociedad muy compartimentada. Uno de los éxitos de Gaitán como político era que se acercaba a la gente. En ese entonces no había ningún político, fuera conservador o liberal, que se aproximara a los votantes",

Jursich añade que Gaitán es el ejemplo de un hombre que se hizo a sí mismo y por eso se puede entender el gran eco que su candidatura tuvo en la población.

"Gaitán era un tipo con aspecto indígena y un tono de piel bastante oscuro. Él conscientemente usó esto para generar simpatía entre el electorado. Cuando se hicieron las fotos de campaña Gaitán le pidió a su fotógrafo que lo sacara lo más feo y más indio que pudiese", añade el investigador.

 

Nacen La Violencia y el conflicto armado

La violencia partidaria y los magnicidios no eran algo nuevo en Colombia antes de 1948, sin embargo, desde esa tarde el enfrentamiento político adquirió nuevas dimensiones.

"El factor principal es que la muerte de Gaitán desencadenó en el periodo de violencia en toda Colombia. Fue la semilla, el germen de la violencia que luego tomó otras formas", indica Mario Jursich.

El periodista explica que con ese asesinato se multiplican enormes ataques en todo el país de los grupos conservadores contra los liberales, lo que da origen a unas guerrillas organizadas por estos últimos.

Ese periodo, que empezó a la par del Bogotazo y que concluye a mediados de los 50 es conocido como La Violencia.

Después, la desmovilización parcial de estos grupos liberales dio paso al origen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en 1958, y así se inauguró el conflicto armado colombiano que se multiplicó con la aparición de otras guerrillas.

De acuerdo al investigador Gustavo Ferregán, que analizó los efectos del Bogotazo fuera de la capital, este fenómeno se multiplica por los hechos de abril de 1948.

"No solo sucedió un Bogotazo, hubo un Cucutazo, Cartagernazo o Medellinazo. Esto provocó un desplazamiento mayor. Al desatarse la violencia en las grandes ciudades se produjo un movimiento de personas hacia otros lugares en búsqueda de seguridad", explica el investigador, quien presenta en la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá una exposición sobre cómo fue cubierto lo sucedido hace 70 años en los diarios de Medellín.

Ferregán señala que el asesinato de Gaitán, "la persona por la que se tenía tanta fe", hizo que muchas personas sintieran que desaparecía la esperanza y por ello gente en varias regiones de Colombia saliera a la calle con violencia y se desataran los enfrentamientos entre conservadores y liberales.

"De algún modo las personas tenían la impresión que las ciudades grandes ya no eran un lugar seguro y buscaron ubicar a sus familias en lugares alejados del conflicto. Lo paradójico es que la violencia posterior se asentó también en el área rural", concluye Ferregán.

En la colección de diarios que el investigador presenta se puede ver cómo los periódicos liberales que preguntaban por la muerte del caudillo eran silenciados.

Sus ediciones eran capturadas por la policía y después se reimprimían con los artículos "incómodos" cubiertos con cuadros negros o carteles en los que se puede leer "censurado".

Mientras que diarios conservadores fueron atacados por simpatizantes liberales, fundamentalmente en Medellín.

"Al principio los diarios en otras ciudades comenzaron a registrar la muerte de Gaitán con bastantes incongruencias. Los diarios conservadores decían que un menor con una boina verde era el que lo había matado, mientras los liberales acusaban a la policía conservadora", indica Ferregán.

Un hoyo negro en la historia de Colombia

Las hipótesis respecto a quiénes y por qué asesinaron a Gaitán se han escrito y reescrito en estas siete décadas.

Si bien el autor material del magnicidio, Juan Roa Sierra, fue identificado y linchado, la autoría intelectual se mantiene como un misterio.

Es sabido que Gaitán era incómodo para las oligarquías a las que amenazaba con desplazar del poder, pero no se sabe de dónde vino la orden de matarlo.

Para Mario Jursich, esto es algo que se mantiene en el corazón de la vida colombiana desde hace 70 años.

"Es un país que tiene en su historia una especie de hueco negro que todavía no ha hallado una respuesta".

Juan Álvarez señala que después de ese 9 de abril se perdió la oportunidad de esclarecer dos aspectos de fondo: por qué mataron a Gaitán y cómo es posible que se viva en una democracia en la que un contendor político puede asesinarse.

"Después del Bogotazo la cantidad de candidatos asesinados no tiene parangón posiblemente en América Latina. Lo de Gaitán abre ese gran abismo que es la aniquilación del rival político y de las esperanzas de un sector de la sociedad", afirma.

Gustavo Ferregán lo resume así: "La política actual de Colombia nació el 9 de abril de 1948".

Jorge Eliecer Gaitán como líder popular colombiano, encarnaba el producto de la marginación mundial del capitalismo y la industrialización en un país que empezaría a denominarse como del “tercer mundo”. Escobar (1998) argumenta en La invención del Tercer Mundo, que dicho discurso corresponde a una invención; una fábula discursiva creadora de realidades que permitió que el discurso hegemónico de los países industrializados produjera las categorías de “países desarrollados” y “países subdesarrollados”. Esta producción de sentido se enmarcaría en la disputa entre los países socialistas y los países capitalistas; siendo los del primer mundo los capitalistas y, los del segundo, los socialistas; así como queda un lugar para quienes no encajaban en los modelos socioeconómicos y culturales que pregonaban ambos bandos.

 

Por lo tanto, los países del tercer mundo le servirían a los del primero, al ser intervenidos en sus asuntos económicos, políticos, sociales y culturales bajo la bandera de la promoción de su progreso, para transformarse algún día a su imagen y semejanza y alcanzar el desarrollo mediante el crecimiento económico. Ambos bandos, socialistas y capitalistas, buscarían satelizar el mundo y atraerlos hacia sus órbitas.

 

El resultado real de dichas fuerzas e intervenciones condujo a aumentar y garantizar los privilegios de algunos, mientras que las promesas de ambos bandos se diluyeron en los charcos de sangre y savia derramadas, avivando el color de un mundo más desigual e inequitativo mediante la explotación y devastación de la vida que acompañan al ejercicio biopolítico, necropolítico y psicopolítico que despliega el control gubernamental con sus complicidades y simpatías con los capitales.

 

 En suma: una historia de la violencia política en Colombia donde las relaciones entre ecosistemas y culturas tuvieron que sufrir los golpes de la guerra. Gaitán les hacía frente a las acciones perversas de los capitales nacionales e internacionales que se camuflaban bajo presuntas pretensiones de progreso y desarrollo, mientras explotaban a la naturaleza y a los ciudadanos, reduciéndolos a recursos y fuerza de trabajo dócil que podrían ser prescindibles y suprimibles si estuvieran en contra de sus intereses o en busca de reivindicaciones sociales, como fue el caso de la masacre de las bananeras.

 

Gaitán confrontaba a dichas fuerzas del capital al denunciar sus abusos de poder ante las instituciones del Estado. Dicha encarnación de la marginación mundial en la figura de Gaitán no solo se vinculaba con sus prácticas y discursos políticos sobre la plataforma ideológica y utópica de las reivindicaciones y la promesa de un futuro mejor sino que su aspecto facial se asemejaba a los rasgos indígenas, dignos del mestizaje latinoamericano, lo cual contribuyó a que le denominaran el “Negro Gaitán” o el “Indio” como estrategia de deslegitimación de sus capacidades como gobernante.

 

Sin embargo, esto le hacía más cercano al pueblo que le reconocía como un digno representante de sus intereses. Su lucha se enfocó en la defensa de los “derechos humanos” de las “minorías” que eran atropelladas por las oligarquías nacionales, simpatizantes de los capitales extranjeros que cometían los mismos vejámenes que ellas, como se evidenció en la masacre de las bananeras. Gaitán fue uno de los promotores de los derechos humanos hasta su asesinato el 9 de abril de 1948, abriendo para la historia de los derechos humano una paradoja: se inaugura el sistema regional OEA en Bogotá mediante la IX Conferencia Internacional Americana mientras se ejecuta el plan para su asesinato; se da vida a un organismo que proclama la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre con la muerte de uno de sus promotores y defensores.

A partir de dicho acontecimiento, en el imaginario colectivo de la sociedad colombiana fluyen representaciones que emanan no sólo de discursos historiográficos para retratar los acontecimientos que han marcado y agudizado el conflicto colombiano sino también de expresiones artísticas como la música, la literatura, la pintura, la fotografía, el cine, etc.

 

 Algunas de estas expresiones, apoyadas por los discursos historiográficos, marcan no solo el inicio o agudización del periodo denominado como “La Violencia” con el asesinato del caudillo sino que lo relacionan con una estrategia de intereses internacionales para introducir el discurso y las prácticas de las economías del libre mercado en su vertiente radical: el neoliberalismo. Se convierte este “shock político” en uno de los hitos históricos más importantes para comprender nuestro presente, caracterizado por fuertes tensiones entre los derechos humanos que se expanden para luchar por los derechos de la naturaleza, mientras los discursos hegemónicos del desarrollo y las instituciones gubernamentales que lo fomentan, difuminan y socaban las pretensiones reivindicativas de los movimientos eco-socio-culturales.

 

 Se asume, desde dicha relectura crítica de la historia presente, que intereses de élites nacionales en sintonía con élites internacionales auspiciaron y esperaron ansiosas tal desenlace. Así, se iría configurando en Latinoamérica y el resto del mundo una nueva tecnología de poder articulada en tres tipos de shock: político, económico y militar, que desatarían sus fuerzas destructivas.

 

 Estos “shocks” serían gestados, paridos y nutridos en Colombia inclusive antes que por la Escuela de Chicago. Así lo enuncian Castaño y Castrillón (2019), al marcar el asesinato del caudillo como precedente en Latinoamérica del funcionamiento de la doctrina del shock; bajo un shock político ocasionado por su asesinato y una serie de reformas que paulatinamente se introducirían en el país, en medio de la exacerbada violencia bipartidista, para permitir que los intereses de los grandes capitales primaran por encima del equilibrio de la vida entre los ecosistemas y la cultura, impidiendo que sus ciudadanos ejercieran sus derechos en defensa de sí mismos y de la tierra.

 

Contexto histórico del acontecimiento Gilhodes (1986) plantea que cuando se vincula la historia colombiana con la historia mundial para comprender el fenómeno social conocido como el Bogotazo, acontecido el 9 de abril de 1948 tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, se hace necesario indagar en las consecuencias que tuvo la postguerra y su viraje a la Guerra Fría en dicho acontecimiento. Derrotadas las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), emerge una nueva confrontación que dará nuevos rostros a la relación binaria amigo-enemigo en la arena internacional: comunismo versus capitalismo.

 

Lo anterior se expresará en Colombia mediante las persecuciones a los movimientos sociales sindicándoseles de comunistas. Uno de los hitos discursivos de la posguerra que acentúa dicha relación que se gestó desde 1917, se encuentra en los pronunciamientos de Churchill en 1946 en el Discurso de Fulton respecto a la división europea por parte del comunismo, lo cual permite evidenciar que el rostro del mal se transfiguraba del fascismo al comunismo (Iñiguez, 1999). Así mismo, Truman, mediante el discurso del 11 de marzo de 1947 inauguraba lo que se conocería posteriormente como la Doctrina Truman o Doctrina de Contención –del comunismo– al enunciar su posición frente a la situación griega y turca y sus posibles incidencias futuras frente al mundo occidental capitalista –en especial para los EEUU– si se tomaban el poder las fuerzas comunistas.

 

Especialmente, al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945 y con el inicio de la Guerra Fría, la confrontación se desplegaba en términos ideológicos y de intervenciones en diferentes países para ganar aliados. Por parte de Estados Unidos, se hacía para imponer su modelo de desarrollo económico bajo sus reglas de juego: una economía de mercado que apelaba a la libertad como su estandarte y que hacía frente al modelo económico soviético que imponía el totalitarismo estatal basado en el comunismo.

 

A partir de allí, la invención del tercer mundo y la idea del desarrollo cobrarían mayor fuerza a escala global, articulándose con políticas nacionales para hacerlo posible en la región. Castaño y Castrillón (2019) indican que el resultado de las políticas internas entremezcladas con las políticas externas, sería un recrudecimiento de la violencia mediante el problema de la tenencia de la tierra y la explotación y sometimiento de las clases trabajadoras por el capital nacional en sincronía con los capitales internacionales, que ingresarían al país custodiados por políticas bélicas para someter al pueblo a las directrices ideológicas, políticas y económicas. Así, desfilarían por los territorios latinoamericanos y nacionales tropas e instructores norteamericanos para poner en práctica las políticas de seguridad nacional para todo el continente, elaboradas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica.

 

La doctrina del shock en Colombia Según Castaño y Castrillón (2019), las disputas por la propiedad de la tierra y el monopolio de su explotación son el origen de la exacerbación de la violencia en Colombia. Las élites políticas del país han intervenido mediante la formulación de diversas estrategias que oscilan entre la captación del Estado para la formulación de pactos nacionales e intentos fallidos de reformas agrarias que por lo general benefician a los mismos terratenientes y el despliegue de mecanismos paraestatales que promueven los magnicidios, desplazamientos forzados, desapariciones y masacres. Acciones contrarias al florecimiento de la vida y a los intereses de las clases populares, ya que son quienes viven sus consecuencias perversas tanto en la ciudad como el campo.

 

Ahora bien, posterior al magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, como estrategia de desestabilización política y freno a las ideas socialistas en Colombia, los EEUU despliegan una serie de intervenciones. Según Patiño (2010), desde el gobierno del presidente John F. Kennedy y de las políticas de MacArthur para perseguir ideas y prácticas socialistas se consolidaría la Alianza para el Progreso [1961-1970]. Desde los Estados Unidos se configuró la relación amigo-enemigo externo que culminaría en el dominio de dictaduras militares en Latinoamérica amparadas por el Plan Cóndor (1975) y en Colombia por el plan LASO (Latín American Security Operation).

 

Según Patiño (2010) dicho plan fue: “[…] una iniciativa que pretendía recuperar la legitimidad del Estado en zonas donde su presencia fue tradicionalmente escasa, para de esa manera evitar que la población resultara reconociendo en grupos armados algún tipo de legitimidad” (p. 277). Por esto, Castaño y Castrillón (2019) afirman que LASO desencadenaría la organización de estructuras paraestatales y paramilitares que legitimaran el poder de las élites en América Latina y Colombia. Y sus efectos se encadenarían hasta las actuales estructuras paramilitares.

 

 Castaño y Castrillón (2019) consideran que dichos elementos permiten identificar un modus operandi de la imposición del modelo neoliberal en América Latina bajo unas dinámicas estructurales que demostrarían la finalidad de la Escuela de las Américas. La lucha social del caudillo para el avance de los derechos humanos en Colombia Zaffaroni (1989) en La historia de los derechos humanos en la América Latina, explica de qué forma convergen en América Latina las principales etapas de la marginación mundial. Nuestro margen es producto de una acumulación de sucesivas marginaciones provocadas por el avance del capitalismo y posteriormente de la “sociedad industrial” en los países centrales y en su posterior dominio mundial.

 

Estas serían: a) marginación racial y cultural del indio; b) marginación racial y cultural del negro; c) mundo árabe en la parte sur de España, desde la cual se cruzaron con Andalucía, uno de los sectores marginados de la España conquistadora, desde la cual migró población excluida en la que se venían fundiendo la cultura islámica; d) población española judía; e) población oriental esclavizada por ingleses, franceses y holandeses y comercializados desde Cantón y Macao; f) población europea que emigra en el marco de la expansión capitalista como reductos de mano de obra entre el siglo XIX e inicios del XX.

 

 Un carácter ejemplificativo de marginación racial, cultural y social se puede evidenciar en la figura de Jorge Eliecer Gaitán, un caudillo colombiano que era llamado por las élites bogotanas como «el Negro Gaitán» o el «Indio Gaitán» manifestándose la discriminación de las élites frente al mestizaje criollo y como bandera de desprestigio para su actividad política, ya que su fisiognomía y color de piel serían síntoma de cualidades y capacidades intelectuales inferiores a las de las castas criollas blancas.

 Pese a los estereotipos discriminatorios de las élites colombianas, Gaitán sí tenía un claro ideario político. Se distanció de un tipo de liberalismo que no servía más que como forma alternativa al conservadurismo desprestigiado por varios factores: a) la cesión de Panamá, b) la Masacre de las Bananeras y las subsiguientes represiones a las huelgas obreras, c) la intromisión norteamericana. Dichos factores se habían convertido en sus banderas políticas, por lo que las “minorías populares” se aglomeraron en torno a su figura porque dotaba: “[…] al liberalismo de un programa de justicia social, de función social de la propiedad, que satisfizo muchas expectativas” (Zaffaroni, 1989, pp. 74-75).

 

Algunos temas de su lucha se enuncian en algunas de sus más célebres frases: 1) “el pueblo es superior a sus dirigentes” con lo cual le daba importancia a las mayorías mulatas, indias, mestizas y zambas; 2) “una cosa era el país nacional y otra el país político”, mediante lo cual diferenciaba las formas de gobierno. Al primero, le interesaban los problemas concernientes a la vivienda, educación, empleo, salud; mientras que al segundo, lo obsesionaban las urnas para el reparto electoral del Estado (ministerios, embajadas, gobernaciones, etc.).

 

Con esto hacía una crítica a las “oligarquías” que concentraban el poder económico y político para beneficiar a las familias privilegiadas. Refiriéndose a la carrera diplomática que debería seguir el Ministerio de Relaciones Exteriores, contrario a su práctica real de convertirlo en un fondo de retribución electoral, consideraba que su objetivo debería ser generar alianzas entre los partidos populares y democráticos, y los organismos de izquierda para movilizarlos mediante una solidaridad común para contrarrestar las acometidas de derecha en los pueblos.

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